Río en bajante

Como la colina ubicua y borrosa de la cosmogonía egipcia que, brotando del agua, inaugura el mundo, esa islita apareció un buen día –o la vimos por primera vez, como el cráneo redondo y oscuro de un recién nacido saliendo desde el vientre de su madre– a finales de los años cincuenta, desde la barranca, no lejos de la casa de Juan L. Ortiz: al principio debió haber sido una agitación leve de la corriente, que el ojo inexperto debió tomar por un remolino, formada bajo el agua por la resistencia de los depósitos aluvionales, hasta que por fin, alcanzando la superficie, habiéndose acumulado lo bastante como para llegar a ras del agua, una protuberancia marrón y lustrosa emergió al exterior y empezó a crecer
Juan José Saer


























    No saber

 El río persigue lo que no fue dado.
¿Bastarían credo, diálogo, letanía,
ascender al espacio de inmortal verdor?
De haber diluvio, sacramento, caos
en el cielo y en la tierra ¿tendría
la eternidad rumbo de aguas estancadas?

Brotan incontables ojos en medio de la isla.
Alrededores de espuma. La serpiente ignora
y desliza fuego de cometa terrenal. El destino
no acaba en su veneno ni en mi resistencia.
Miro el río. Estremece no saber lo que da.

César Bisso