Cosas del río


Pero no sé nada de ti.
                  Nada. Nada.
Y hace, sin embargo, diecinueve setiembres que te miro y te
    miro.
                  Mas, es cierto, te miro
                         con los ojos de aquél a cuyo borde abrí los
                                  míos…
                              No podría hacerlo sino así.
         He de llevarlo, bien íntimamente, y a la izquierda, claro,
                  del latido,
                              y es él, sin duda, el que me haría preferir
                                       tu enajenamiento en el cielo
         a esa piel que hubiste, muy significativamente, de investir
                     por ahí...
         y que asorda los momentos en que debes de sentirte
                                      más leoninamente contigo...
Pero por veces, es verdad, sin una pluma que lo explique
                 desde el secreto, aún, del aire,
         flotas por el atardecer no se sabe qué alma
                   que suspendiese como el fluido
                                       de una inmanencia de cisne...
Al Paraná. Juan L. Ortíz
















“Quien ordenó la carga del arado /ordenaba tu muerte el mismo día (…) a lo largo del río voy callado. // La culpa de tu muerte es culpa mía. /Indio, dime que soy tu perdonado /por el trigo inocente que nacía”.
                                                   José Pedroni